jueves, 29 de diciembre de 2011

EL faro





La embarcación en la que navego hace agua. Las tormentas no me dan descanso. Por momentos me siento como Odiseo. Día a día pierdo algún integrante de mi tripulación o una parte de mi navío, que soy yo mismo. Porque de alguna manera mis hombres y mi nave son mi misma persona, soy yo mismo mi nave y mi tripulación, y cada perdida o rotura es una enajenación y una mutilación de mi mente y mi cuerpo.

La hibris no me permite ver mis propios errores y cada uno de ellos me cuesta parte de la tripulación y la nave, que por momentos parece ir a la deriva, arrastrada por las mismas tormentas.

No muy a menudo pero con frecuencia, puedo divisar un faro a lo lejos, que pretende señalarme el camino correcto. Pero es muy común que lo ignore, pensando que son fuegos fatuos que me llevan a la perdición.

El canto de las sirenas me hace pensar por momentos si mi Penélope aun estará esperando en puerto. Pero en esos casos, es mi apasionado corazón el que me dice que sí, que estará ahí esperando a mi arribo y logro desprenderme del  embrujo de sus cantos.

La ya poca tripulación me vuelve a indicar que el faro esta nuevamente a la vista, lo sigo un trecho pero lo vuelvo a perder, como si éste se cansara de iluminar mi camino

¿Serán señales de mía amada?

¿Será tal vez una señal del destino?

Una y otra vez la tormenta se cierne sobre mí. Tormentas que creo no poder sobrellevar, la poca tripulación tanto como la nave están cansados. Ya no tengo el mando que tenia antaño. Por momentos pienso que podría perderlo todo, en esos momentos nuevamente la  luz de la esperanza vuelve a aparecer en el horizonte. Y una vez más, con esperanzas renovadas emprendo el camino hacia ella, soñando que es mi Penélope.

La maldición se ve incrementada, no solo por las tormentas, sino que también, cosa de los demonios, nunca llega el día. Siempre viajando en una noche eterna. Las enfermedades no se dejan esperar, como si fuera poco  después de tantas adversidades. Es mi deber salvar lo que queda de mi gente y mi nave, que soy yo mismo. Me debo salvar para salvarlos a todos.

Al final, tomo la decisión, perdido por perdido torno el timón a contra viento y marea en dirección al faro. Lucho en estos últimos tramos con las más potentes de las tormentas, esquivo traicioneros arrecifes, maniobrando ya solo a esta altura todo el navío. Mi gente está enferma y cansada, el barco casi destruido, yo mismo no soporto el cansancio, pero es mi deber llegar.

Llego a puerto casi sin fuerzas al atracar. Junto al puerto un gran faro. Estoy en el lugar al que estaba siendo guiado. En ese momento pierdo por completo las fuerzas, al amarrar la embarcación  pierdo por completo la energía, y como si mi alma se separara de mi cuerpo pierdo la conciencia y caigo en un sueño de reposo. Sin saber donde toque puerto. Sin saber, si estaba seguro.

Al despertar me encuentro en la más cómoda de las camas.
Mi Penélope esta a mi lado. Mirando con ojos brillante, llenos de lagrimas que interpreto como tristeza
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       -He hecho mal al volver- le pregunto
-           - Al contrario mi amor, mi Odiseo, mi Romeo. Has vuelto. Por momentos perdía la esperanza pero con esfuerzo me recuperaba y volvía al faro para mantenerlo encendido. Flaquee más de una vez y me disculpo. Pero ahora estas aquí y eso es todo lo que deseaba.

Día tras día curo mis heridas, ella misma reconstruyo pieza a pieza mi nave y mi confianza en mí mismo. Ahora sé que puedo afrontar cualquier cosa.
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       -Ya puedes partir – me dijo – cuando desees, ya tu nave está totalmente reparada y tu tripulación que eres tú mismo está lista para zarpar. Te amo, y no te puedo pedir que seas otra persona. Zarpa cuando lo desees.
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      -Zarpare – le conteste, aunque estas palabras no hicieron que dejara de darme la espalda- pero a mi última y más importante aventura- en este momento si volteo a verme con los ojos llenos de lagrimas- La aventura de vivir junto a ti y no volver a separarnos. Porque eres mi faro, mi guía, mi esperanza y mi mar. Eres las aguas que quiero navegar por el resto de mis días. Porque eres mi amor

En el mar hay muchos peces, es verdad, hay sirenas también, que te encantan con su hermosura. Pero solo hay una Penélope. Solo una. Y yo ya tengo la mía. Tuve que sufrir mucho para darme cuenta que siempre. Hasta en los momentos más terribles ella estaba a mi lado. Dándole fuerzas a mis brazos en el timón. Alimentado de esperanzas mi corazón.

Zarpare sí, pero sin salir de puerto, zarpare a la mar del amor de mi Penélope, y juntos enfrentaremos todas las tormentas que estén por venir.
Porque si bien no existe un vivieron felices por siempre, siempre habrá un lo intentaron con todo su corazón para siempre, hombro a hombro.


1 comentario:

  1. como que el titulo y el cuento no tienen nada que ver... ademas romeo no tiene nada que ver con penelope

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