viernes, 23 de diciembre de 2011

El Homisuicida




         Una vez más desando el camino a casa. Lo hago por el mismo lugar por donde paso todos los días, hace veinte años que paso por  las mismas calles, las mismas esquinas. Veo los mismos edificios. Algunos imperturbables a través del tiempo, a otros ya se le notan los achaques. Tienen cara de viejos. Hay algunos nuevos, con el porte y la elegancia del que no sabe que tendrá mucho tiempo para envejecer. Pero por lo demás, sigue siendo el mismo camino.
Veinte años. Nada más y nada menos. A veces me pregunto ¿será hoy la ultima vez que recorra este camino?, por momentos, sobre todo en verano, parece que es la ultima. Ya no lo quiero hacer más. El calor y la humedad son apenas sofocados por los mustios arboles, tristes hasta en la primavera, que se cierran como un túnel sobre la calle. Pero poco es el fresco y la sombra que pueden ofrecer, ya que ellos también están viejos.
Pero eso lo veo hoy, que estoy deprimido. Otros días puedo ver a los niños jugando a la pelota y divirtiéndose de lo lindo. El calor se me antoja delicioso, y el andar, suave y llevadero. Al punto que al llegar a casa me lamento de vivir solo a veinte cuadras de mi trabajo. Esos días, mi esposa me espera con limonada fría y el diario de la tarde, tiene tanto de que hablar conmigo que la emoción no la deja seguir un solo hilo de conversación y quiere contarme todo a la vez. Hoy sin embargo estoy seguro de que tendrá mucho que hacer, no podrá hablar conmigo y algún reproche tendrá guardado por ahí. Eso es porque hoy estoy de mal humor.
Al llegar a la mitad del camino entro en un bar, casi nunca entro, y cuando lo hago trato de pasar desapercibido, el cantinero me pregunta que me sirve. ¿Que me sirve? ¿Quiero beber?, ¿Por qué no? De todas formas hoy mi esposa esta de malas. Tome un par de gim con pomelo, y seguí mi camino. Me los tome con su tiempo. Demore mas que de costumbre, pero no estaba borracho, solo digamos, contentón. Esa alegría ficticia que solo otorga un buen trago en un mal momento.
Nunca me imaginaria lo que me encontré después. Mi esposa estaba esperándome en la puerta de calle. Mirando en la dirección por la que siempre, desde hace veinte años, llego a mi hogar.
- Estuviste bebiendo
- Fueron solo un par de tragos amor. Además, buenas tardes amor.
- Para ti serán buenas, has estado tomando.


Como supuse estaba de malas. No había limonada. No hubo charlas amenas. Ni sentarse en el porche con el diario recién traído por mi amada. 
En cuestión de cinco minutos se cambio, y se fue de la casa dando un portazo. Eso no lo había hecho antes. Me fui a la cocina. Quería mi limonada. Quería tener un buen final de día. Estaba demasiado deprimido para soportar tonterías por unos tragos. 
Al entrar en la cocina veo la jarra de la limonada en el lavaplatos, la acerco a mi nariz. Si, ahí estaba, limonada fresca. Olía a limonada fresca, la había tirado por el lavabo. ¿Cuánto demore más de la cuenta? Mire mi reloj y habían sido dos horas. Algo no estaba bien.
En la noche volvió, ahora sin portazo. Trajo comida para microondas, la calentó, la sirvió en silencio. Casi no toco su comida. Pero cuando yo termine mi cena, levanto la loza, se fue a la cocina la lavo y se fue a la cama. Todo esto en silencio. 
Yo también me fui a acostar. Dormí un sueño intranquilo, donde las pesadillas de quedarme solo me atormentaban.
Al día siguiente en el trabajo le eche las culpas de toda mi depresión a ella. Si, treinta años de casados la deben haber aburrido de mi persona y esta buscando una excusa para dejarme. ¡No! Peor, esta buscando que sea yo el que la deje. No quiere cargar con la culpa. Que fastidio.
Una vez mas las veinte cuadras para pensar. Ahora me voy a dedicar a hacerle la vida imposible. Tendrá que ser ella la que me deje a mí. No voy a dar el brazo a torcer. Así pensé durante veinte cuadras que pasaron volando. No me detuve en el bar, no tenia tiempo que perder si le quería hacer la vida imposible. 
Llegue directo a casa. Ni bien pase por la puerta escuche como se apuraban sus pasos, me vio en la puerta y su sonrisa me deslumbro. Salió disparada a la cocina y salió con una jarra de limonada, dos vasos y el periódico del día, también había hecho bollos de vainilla. Me condujo hasta la hamaca de la entrada. Deposito todo en la mesita y se dispuso a contarme todo lo de ese día y todo lo del anterior. Me conto todo lo nerviosa que se había puesto por como había llegado el día anterior, tarde y bebido. Me alcanzo un folleto de AA y con una sonrisa me invito a ir y se postulo como acompañante numero uno.
Yo no sabia de que iba todo esto. Hacia solo dieciséis horas yo no merecía sus palabras, ahora estaba preocupada por mi. ¿Es que acaso no quería el divorcio? No la comprendía, y se ve que eso se vio reflejado en mi mirada.
- Llevamos treinta años juntos amor. No hemos podido tener niños y entiendo que te deprimas muy de vez en cuando. Pero el mundo no es como lo ves cuando estas deprimido, tampoco es como lo ves cuando has bebido. El mundo es este. El que creas con tus acciones. Hoy no fuiste al bar, no se porque no fuiste, pero estoy agradecida. Y lo celebro. Como cada vez que no vas.
Luego de escuchar estas palabras pude atar todo. Ella no quiere que la deje. Me ama. Me quiere junto a ella. Y eso hare a partir de hoy. No necesito un grupo de AA para dejar nada porque no soy alcohólico. Solo tomo algunas copas cuando estoy deprimido. Aunque ahora que lo pienso, estoy deprimido casi todos los días. Quizá si sea necesario dejar este matrimonio. Quizá si sea necesario que yo muera. Que le quite un peso de encima a esta hermosa mujer.
Al fin me mate. Después de casi un año sin tomar, me percate de que me mate. Si, y ahora soy feliz. Porque soy otro. Soy el hombre que mi esposa merece. A aquel canalla bebedor, lo mate y lo enterré bien profundo, y yo tome su lugar. Con él se fueron todas las depresiones. Sin el, yo obtengo cariño y limonada fresca todos los veranos, y chocolate caliente todos los inviernos junto a la estufa. Es bueno matar un bastardo de vez en cuando. Te fortalece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario