martes, 27 de diciembre de 2011

La vi...




Desperté en la playa. El sol quemaba mi piel y me asfixiaba el calor, el olor a mar, a sal, me invadía y apenas podía respirar más de lo necesario, me desmaye. 
Desperté una vez más pero ahora me encontraba en un lugar más fresco. Aun sentía las olas y el olor a mar, pero el calor no me atormentaba. Pude mirar a los lados y descubrí que me encontraba en una pequeña cabaña echa de cortezas de palmera y hojas muy grandes, todo entrelazado. Alguien más ha sobrevivido al naufragio, que bueno. Siento como pierdo el sentido una vez más, pero esta vez puedo, o creo poder, escuchar una risa leve como la brisa.


Despierto ahora en la más oscura de las noches, por un momento pensé que estaba ciego, o que estaba teniendo una pesadilla. Algo o alguien tomaba mi cabeza y luego mi cuello y me obligaba como mano de hierro a sentarme en mi catre. Las manos muy delgadas para ser tan fuertes me hicieron pensar en un esqueleto en el primer momento. Sumado a eso, el frio casi mortal de esas manos, y su inusual humedad. Un escalofrío me recorrió, no podía hablar, el terror se apodero de mi cuando sentí que tenía las manos y las piernas atadas al catre. Esas espantosas manos, juzgaban mi rostro, lo recorrían por todas partes, ahora la nariz, ahora el mentón, eran cual el reconocimiento de un ciego. Se me paralizo el corazón cuando una de esas manos se apoyo en mi pecho desnudo. Comprobando que estuviera bien del juicio intente hablar una vez mas pero me fue imposible, en ese preciso momento un dedo se poso sobre mis labios señalándome que debía guardar silencio, acto seguido, se me acerco un cuenco con agua fresca. Tal vez nunca vuelva a probar en mi vida algo tan refrescante, ya sea por la sed que me atormentaba, ya sea por ese inolvidable sabor, mezcla de minerales y hierbas. La vida misma corriendo por mi garganta. Sentí como si me fortificara, como si no hiciera falta más alimento que ese líquido, que en un principio parecía agua pero después… después parecía el néctar de los dioses. Con ese mismo pensamiento volví a dormir. Ahora soñaba, sueños de mi infancia, sueños tranquilos.
Una vez mas mis ojos se abren a un nuevo día. Ya no estoy atado. Mi prisión desapareció y fue reemplazada por una hermosa cabaña tejida de hojas y ramas de distintos arboles de la costa. Había una mesa, una silla. Mi catre. Junto a el lo mas parecido a una mesa de noche de hospital, con cuencos con agua y vendas, limpias sobre la mesa y sucias en un recipiente en el suelo. Al mirar la mesa descubro una canasta con frutas frescas y una botella de ron junto a un baso enorme. Me sirvo un trago, pero no es ron. Es lo que tome anoche, o quien sabe cuando, parece que llevo días en el catre. Mis piernas están fuertes pero muy delgadas, mi barba llega casi hasta mi pecho. Para un oficial de la marina de su majestad es poco menos una deshonra, pero se excusa pues estaba inconsciente. Mis pensamientos se clarifican al beber el contenido de la botella, pero no abuso de el. Como un poco de fruta y me siento soñoliento una vez mas. Miro mi cuerpo y esta lleno de cicatrices que no recuerdo, más, ahí están, como demostración de que fue real el naufragio. Quien me habrá rescatado? Tengo sueño. Descansare más.
Llego a poder apreciar un amanecer desde la playa. Hace tiempo que me pregunto quien me abastece de agua y frutas a diario. No he podido verle, no se si es el o ella. Solo se que cuando estoy a punto de despertarme y esta en la choza suelta una dulce risita y cuando abro los ojos ya no esta ahí. No hay huellas en la arena. No he podido agradecerle. Hoy encontré un cofre del barco en la playa, en el había ropas sanas, botas (que no pienso usar) papel, tinta y una pluma. Dejare un mensaje a mi rescatador o rescatadora.
No es posible que sea una niña, y si lo es debe ser muy pequeña. No sabe escribir, pero hizo unos dibujos donde me representa a mí salvándola del barco y a ella construyendo la cabaña y curándome. Digo que es una niña porque sino la otra explicación es que sea analfabeta, y ninguna señorita que no fuera de cuna viajaba en nuestra nave, y las damas de compañía de estas saben escribir y leer como el que mas.
Hoy estoy más desconcertado que nunca, vi a mi salvadora. Estaba en la playa tomando un baño, supongo que no contaba con que yo me encontrara despierto, puesto que impudorosamente lo estaba haciendo totalmente desnuda. No debe ser inglesa, aunque su pelo color de oro y su piel blanca como la leche misma demuestran lo contrario. Ahora que lo veo bien. Si hace tanto tiempo que estamos en la isla, como se mantiene con la piel tan perfecta, mientras yo, que paso la mayoría del tiempo recuperándome en la cabaña, estoy mas tostado que en el peor de los viajes que he dirigido. Hoy la esperare, estaré despierto toda la noche si es necesario.
Anoche fue una de las noches más trágicas de mi vida, ahora en este maldito barco me doy cuenta de mi horrible error. Ella llego a la cabaña ya cuando estaba a punto de quedarme dormido. Entro en la más absoluta de las oscuridades sin hacer el menor ruido. Traía una botella de ron llena del líquido que me fortalecía día a día, y una canasta de frutas frescas que deposito, también sin hacer el menor de los sonidos sobre la mesa. Se acerco a mí, y comenzó a quitarme las vendas. A pesar de que la estaba mirando con disimulo, apenas podía sentir sus manos tocándome, curándome, aquí y allá, cambiando vendas y entonando muy bajo una canción que despertaba en mi los sentimientos mas dulces. Mientras me curaba y a la luz de la luna pude ver que estaba totalmente desnuda, aunque sus partes estaban cubiertas con una especie de tela que recordaba a las serpientes o a los peces, pues estaba echa de escamas, del mismo color casi que su propia piel. Su cuerpo era perfecto. Pero algo no encajaba en todo esto. No se la veía nunca y no había otra cabaña en la playa.
Le pregunte su nombre. Y con un salto llego hasta la puerta y ahí se detuvo. Volví a preguntarle quien era. Y ella encendió una vela que había junto a la puerta. En ese momento la vi en todo su esplendor. Una sirena en forma humana. La criatura más hermosa que jamás haya visto un ser humano. Me dijo que al día siguiente un barco pasaría cerca de la costa. Que si la amaba lo dejaría ir, y sino que encendiera la choza y el humo los guiaría. Que me estaba agradecida con su vida por salvarla cuando zozobro mi barco, pues este la golpeo y le hizo perder el aire que llevaba en sus pulmones, eso la abría matado como a cualquier persona. Soportamos mucho bajo el agua, pero al subir a respirar me golpeo y hundió tu barco, y tu me salvaste sin importar mi apariencia. Por eso te amare por siempre dijo. Y se fue. 
Al otro día vi el barco en el horizonte, no soporte la idea de vivir el resto de mi vida junto a un ser mitológico de los mares, junto a un producto de mi imaginación. Y encendí la cabaña. 
A las pocas horas de estar sobre el barco. Mientras daba un paseo por cubierta, la vi a estribor, entonando una canción con las que había soñado en mis noches de recuperación. Pero ahora lo que sentía era nostalgia. Era amor. Dolor. La necesidad de estar junto a ella. Le grite si podía perdonarme y si podía volver y ella me dijo que la elección estaba tomada.
En ese momento decidí saltar al mar. Me hundí lo más que pude para no poder respirar ni una vez más si ella no estaba junto a mí. Luego de unos momentos sentí unas manos frías en mi espalda, que tiraban de mi, con la fuerza del acero y la delicadeza de una niña, por un momento se me cruzo la idea de que la parca había venido por mi. Espero estar equivocado.




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